El concepto de "sostenibilidad", o más concretamente "desarrollo sostenible", fue introducido en 1987 a través del Informe Brundtland, creado por la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de la ONU. En este, el desarrollo sostenible se describe como "el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades". Este modelo tiene en cuenta tres grandes ámbitos (o pilares) de igual valor: el ecológico, el social y el económico, y busca compensar las relaciones que se establecen entre ellos. Sin embargo, el amplio abanico de interpretaciones de la definición estándar sigue suscitando un acalorado debate hoy en día. El turismo sostenible es un movimiento que surgió poco después basándose en los principios defendidos por el Informe Brundtland y que busca promover el equilibrio entre los tres grandes pilares de la sostenibilidad en el ámbito del turismo. Sin embargo, es también objeto de críticas y alabanzas por igual, ya que no existe un consenso sobre su significado o sobre cómo llevarlo a cabo. La pregunta que todos nos hacemos, y que parece no tener respuesta, es: ¿podemos realmente hacer del turismo una actividad sostenible?
Empecemos por los hechos: el turismo, como cualquier otra actividad económica, genera impactos positivos y negativos. Estos impactos, sobre todo los negativos, son difíciles de medir y de predecir, y en consecuencia la mayoría de las acciones encaminadas a solventarlos se toman cuando el daño ya ha sido hecho. De la misma forma, estos impactos son distintos en cada lugar en el que se desarrolla una actividad turística, y las consecuencias que pueden tener varían significativamente dependiendo de las características del entorno natural, de la industria turística local, del perfil de los turistas, de la historia y cultura autóctonas, etc... Por lo tanto, las medidas que se deben tomar para prevenir estos impactos negativos y hacer que la actividad turística sea sostenible varían también, y son difíciles de establecer. Un ejemplo: en una destinación madura como Madrid, una forma de implantar la sostenibilidad podría ser limitar el número de hoteles de la ciudad, ya que esto equilibraría su situación actual de masificación y gentrificación. Sin embargo, en una destinación incipiente como el pueblo de Navarrete esta medida no tendría sentido, ya que no sufre los mismos impactos negativos que Madrid ni se prevee que los vaya a experimentar a corto-medio plazo.
Por lo tanto, podemos afirmar sin miedo que el significado de "turismo sostenible" no es estático, sino que debe adaptarse a las circunstancias específicas del lugar en el que se lleva a cabo la actividad turística. Esto supone que, para poder desarrollar una actividad turística sostenible, el plan de acción debe estar basado en un estudio concienzudo y personalizado.
Como ya sabéis, desde Aventura Quetzal nos hemos comprometido a hacer del Encuentro Quetzal 2019 un encuentro sostenible. Con este fin, Marta Fanega-Valencia, miembro del comité organizador de este año, elaboró su tesis final universitaria sobre cómo implantar la sostenibilidad en el encuentro de 2019. Tras un estudio de aproximadamente 100 páginas, un plan de acción orientado a paliar los impactos negativos más relevantes de nuestra actividad fue creado. Desde la organización del encuentro, seguimos este plan de acción con el objetivo de desarrollar una actividad turística consciente, que se responsabiliza de sus impactos y toma medidas activas para reducir o eliminar completamente las consecuencias negativas de su actividad. Este plan de sostenibilidad contempla medidas tanto a nivel organizativo (diseño de la ruta, selección de proveedores, aportaciones económicas a la comunidad local...) como a nivel de participantes, proporcionando herramientas para conocer las características de las localidades que visitaremos (el Dossier del Encuentro), colaborando con organizaciones locales para hacer actividades de concienciación, y creando un Código de Conducta del Viajero Sostenible. Este código está formado por un conjunto de directrices de cumplimiento voluntario, que pretenden aconsejar al participante sobre cómo actuar para evitar causar impactos negativos durante nuestro viaje. Lo podéis encontrar a continuación:
Durante el encuentro, el comité organizador monitoreará y evaluará la implementación del plan de acción y su porcentaje de éxito, de forma que, cuando acabe el encuentro, podremos saber el impacto real que este ha tenido en la comunidad anfitriona.
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