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Breve historia de la vacuna

¿Qué son las vacunas? ¿Cómo se descubrieron? ¿Por qué son importantes? Esto, y mucho más, hoy, en Aventura Quetzal.


La Viruela


Primero hablemos sobre qué era la viruela, y digo era, porque se trata de la primera enfermedad combatida a escala mundial y oficialmente erradicada en 1980 (¡hace justo 40 años!), precisamente gracias a la existencia de una vacuna. Pues bien, la viruela era una enfermedad infecciosa provocada por un virus, que desde la antigüedad provocó millones de muertes en el Viejo Mundo, y posteriormente también en el ‘Nuevo’, tras la llegada de Colón y sus amigos.


El virus que causa la viruela es el Variola virus. Es un virus exclusivo de humanos, pero está emparentado con otros tres virus de la misma subfamilia que pueden afectar a animales: el virus Vaccinia, el virus de la viruela bovina y el virus la viruela de los monos. Estos son especialmente importantes, porque entre ellos, y junto con el de los humanos, existe lo que se llama inmunidad cruzada. Esto quiere decir que si una persona se hace inmune a uno de ellos, podrá ser inmune a todos los demás también (quedémonos con esto, porque será importante más adelante). Otra cosa fundamental que debemos conocer de este virus es que se transmite a partir de gotitas generadas en la nariz o en la boca de los pacientes infectados, y que son respirados por personas sanas. ¿Nos suena, verdad?


Imagen del virus de la viruela
Imagen del virus de la viruela

La situación en el mundo, como consecuencia de la viruela, era desoladora. Su mortalidad se situaba en torno al 30% y el 60% de las personas que se contagiaban, y ni los aislamientos, cuarentenas, ayunos, sangrías o fumigaciones lograban controlar la situación. Se decía, por ejemplo, que no se le pusiese nombre a un bebé hasta haber pasado la enfermedad, porque era probable que falleciese: así estaban las cosas. Esta enfermedad supuso un punto de partida en la prevención de enfermedades a través de la inmunización.


La Variolización


En el siglo XVIII comenzó a utilizarse (en Occidente) la inoculación o variolización, que era una técnica un tanto peligrosa que se practicaba en Oriente desde la antigüedad, y que consistía en coger material infeccioso de un paciente enfermo e infectar a uno sano. El objetivo es que enfermase (pero no mucho), que pasase la enfermedad de forma leve y que después quedase inmunizado, de forma que ya no se pudiese volver a contagiar. Era peligroso porque la persona podía enfermar con gravedad y morir igualmente, pues al fin y al cabo se le estaba contagiando de esa enfermedad.


En China, durante el siglo XI, se practicaba ya la variolización mediante la introducción de costras pulverizadas por la nariz mediante una caña de bambú.
En China, durante el siglo XI, se practicaba ya la variolización mediante la introducción de costras pulverizadas por la nariz mediante una caña de bambú.

La mención occidental más antigua sobre variolización es de 1671, y se refería a una práctica conocida como ‘comprar la viruela’. En ella se enviaba a niños a casa de un enfermo de viruela que se estuviese recuperando para comprar sus costras (lo hacían sobre todo campesinos). Esas costras se rascaban sobre cortes superficiales en la piel para, de un modo más rudimentario, contagiarse pero no mucho, y así inmunizarse frente a la enfermedad.


Ya en el 1700, el Dr. Lister envía una carta a la Royal Society (que es la sociedad científica más antigua del Reino Unido) en la que explicaba un método de inoculación chino, es decir, una forma de introducir el material infeccioso a través de la piel de forma más precisa. Por esas fechas otras personas también vieron otros métodos de inoculación en distintos lugares y los dieron a conocer en Europa. El médico de los embajadores británicos en el Imperio Otomano, el Dr. Emmanuel Timoni, adoptó una técnica que vio realizar a dos mujeres en Constantinopla que se dedicaban a prevenir, con fines estéticos, las deformaciones que la viruela producía en la cara. Timoni empleó por primera vez el término ‘inoculación’, sin embargo, fue la esposa del embajador británico, Lady Mary Wortley Montagu, la que introdujo la técnica en Inglaterra. Ella, en contacto con el mundo árabe, pudo ver la potencial utilidad de esa técnica en la prevención de la viruela, y no permaneció indiferente. Hay una carta bastante interesante que le escribe a su amiga Sara Chisvell contándoselo:


“Soy lo bastante patriota como para tomarme la molestia de poner de moda en Inglaterra este útil descubrimiento, y no dejaría de proporcionar todos los detalles por escrito a ciertos médicos nuestros si conociera que alguno tuviese tanta virtud como para renunciar a parte de sus ingresos por el bien de la humanidad, pero esta enfermedad es demasiado lucrativa para ellos: nos arriesgamos a exponer a su resentimiento al audaz pionero que ose intentar ponerle fin. Puede que, si vuelvo viva, tenga el valor de guerrear contra ellos”.


Esta es Lady Mary Wortley Montagu
Esta es Lady Mary Wortley Montagu

Y así lo hace, animada por el Dr. Timoni, años después. En 1718 solicita a Charles Maitland (otro de los médicos de la embajada británica junto con Timoni), inocular de la viruela a su hijo de cinco años (con éxito), y algo después también a su hija una vez hubo regresado a Londres. Esta última inoculación fue supervisada por Maitland y se hizo en presencia de miembros de la familia real y médicos de la corte, que estaban interesados en conocer el novedoso procedimiento. Como era de esperar, el método fue acogido con reticencia, y con la intención de convencer un poco a la gente se decide que se someterá a juicio público en 1722 utilizando a presos voluntarios que habían sido condenados a muerte: si se inoculaban y sobrevivían, pues eso que se llevaban. Esto sí tiene éxito, y el método empieza a obtener aceptación entre los médicos. A partir de ahí comienza a difundirse por otras coronas europeas, encontrando fuertes críticas a su paso, algunas más fundadas que otras: por ejemplo, existía el temor a contraer otras enfermedades en el proceso, se acusaba a los inoculadores de mantener focos activos de viruela para propagar nuevas epidemias… y junto a que no siempre se realizaba correctamente, en esta época no hubo inoculaciones masivas, pero al menos el procedimiento se fue dando a conocer.


La Vacuna definitiva


Mientras poco a poco la inoculación iba siendo introducida en España, en Inglaterra se estaba ensayando un remedio nuevo, una variante del anterior. Es aquí cuando tenemos que rescatar aquel término del que hablamos al principio: la inmunidad cruzada, ¿lo recordamos? Perfecto, pues el descubrimiento de la vacuna como tal se asocia a un médico inglés llamado Edward Jenner, que ejercía su profesión en el mundo rural. ¿Alguna vez os habéis planteado de dónde viene el término ‘vacuna'? La respuesta os sorprenderá.


Este es el Dr. Edward Jenner
Este es el Dr. Edward Jenner

Pues bien, gracias a que Jenner trataba a la gente en el campo, observó que las personas que trabajaban con las vacas se contagiaban a menudo con la variante bovina de la viruela, y que después no contraían la enfermedad humana (que era mucho más agresiva que la que procedía de las vacas). Así mismo, comprobó que estas mismas personas que habían pasado la enfermedad bovina, si eran inoculadas con el virus Variola, no desarrollaban los leves síntomas característicos a este procedimiento, es decir, en vez de enfermar (pero no mucho), que es lo que debería pasar en una persona normal, no enfermaban en absoluto. Estas observaciones las realizó entre los años 1776 y 1796. En este último año inoculó al hijo de su jardinero en el brazo, con fluido de las vesículas que la ordeñadora Sarah Nelmes tenía en sus manos como consecuencia de enfermar (de la variante bovina) al ordeñar a sus vacas. El niño, después, no desarrolló la viruela humana tras serle inoculada a propósito, demostrando la inmunidad cruzada entre ambos virus: haciéndose inmune al virus bovino tras ser vacunado, podía serlo también al humano. Tras este se realizaron otros 22 ensayos con iguales resultados, que dieron un giro fundamental en la lucha contra la viruela, pues permitían demostrar científicamente su efectividad.


¡Exacto! Se llama vacuna porque procedía de la vaca. Fascinante, lo sé, y lo que hacía de este método algo mucho más seguro que la variolización, era que al usar la viruela bovina en vez de la humana se eliminaba la posibilidad de que durante el procedimiento las personas enfermasen muy gravemente y muriesen, que era lo que podía pasar antes.


Jenner inoculant la vaccine (1879), por Gaston Mélingue. Colección de la Biblioteca de la Academia Nacional de Medicina, París, Francia.
Jenner inoculant la vaccine (1879), por Gaston Mélingue. Colección de la Biblioteca de la Academia Nacional de Medicina, París, Francia.

Se podían utilizar dos tipos de líquidos para vacunar, uno que venía directamente de la vejiga de la vaca, y otro que se extraía de una persona enferma de viruela bovina. Además, la vacunación se podía hacer directamente del brazo de una persona enferma al de una persona sana, o conservando el líquido seco en diferentes medios, por ejemplo, prensado en un vidrio. Esto último, lo de conservarlo en seco, salía regular, pues la vacuna podía inactivarse y volverse inservible.


¿Qué tiene que ver todo esto con la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna? La gente seguía enfermando y muriendo de viruela por todo el mundo, así que la necesidad de difundir la vacuna se convirtió en algo prioritario. Así apareció la preocupación por la posibilidad de que se agotase el líquido del que obtenían la vacuna, así que se probó con muestras de viruela equina y de otros animales. Esto fue bien, pero aún así, conservarla y transportarla no era nada fácil. En Europa empezaron a probar métodos varios, pero la cosa no avanzaba bien y con tanto apremio se decantaron por ahorrarse el problema de tener que conservarla: decidieron que era mejor ir pasándola de brazo en brazo entre los niños huérfanos que formarían parte de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Así, iban contagiándolos de dos en dos (por si acaso uno fallaba) en lo que tardaba el barco en cruzar el océano, porque lo llevar tantas vacas en un barco para poder extraerles líquido con el que vacunar no se veía factible.


En conclusión


Aunque Edward Jenner se ha llevado el mérito de haber descubierto las vacunas, esto no hubiera sido posible sin toda la labor previa que hizo en realidad Lady Mary de Montagu. A su vez, ella había tomado el conocimiento y las técnicas que otras culturas llevaban siglos empleando. Lo que sí está claro es que ellos lograron darlo a conocer y demostrar su efectividad, sentando las bases para el estudio de la inmunización como forma de prevenir enfermedades. Además, es conveniente aclarar que en la actualidad ya no se hace eso de ‘contagiar, pero no mucho’, si no que cuando se vacuna a alguien generalmente son, o virus muertos o fragmentos de ellos, o tan atenuados que sea imposible que provoquen la enfermedad en la persona, para hacer que el sistema inmunitario se familiarice con las partes más peculiares de ellos y la próxima vez que se los encuentre pueda aniquilarlos rápidamente.


No hay que tenerles miedo a las vacunas, son estupendas y muy seguras, y la razón por la que en la actualidad no padecemos muchas enfermedades que en otras circunstancias nos hubieran matado. Así que, recuerden, pónganse vacunas y también mascarillas.


Bibliografía

  • Campos-Macías P, Vargas-Origel A. La vacunación de un niño. La vacuna de la viruela. Parte 1. Dermatol Rev Mex. 2018 julio-agosto;62(4):367-370.

  • Douro Torrijo J. Los inicios de la lucha contra la viruela en España. Técnica e ideología durante la transición de la inoculación a la vacuna (1750-1808). Universitat d’Alacante. 2014.

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