En el día del fin del mundo (era el fin de la ruta)
nos recostamos en el pasto para tomar vino (escondido en nuestras cantimploras)
todos lloraban y se despedían
Como para decir que había llegado la hora
se encendieron los aspersores amanecía en ese otro lado del mundo
Fran llegó alegre susurrando: "Pero no te pongas triste, la noche es un sueño que se lleva la mañana".
Nosotros también nos abrazamos
Nos despedimos cuando aún estaba oscuro
aunque sabíamos no se trataba del fin
esperamos sentados el amanecer
y a lo lejos un sol de tantos lo quemaba todo y aún a veces permanecemos lejos Rodrigo Perea, 2016