Era un rompecabezas
armado a la perfección.
Tomó 35 días formarnos
y una vida entera
para desarmarnos.
Días en los que
nos despertaba el silbido de la dulzaina
y el son de un tambor.
Instrumentos que liberaban sus ondas sonoras
compitiendo con el sonido
del oleaje de la playa Yumaque
el día tres,
y el día 35
por sobre las lágrimas
de quienes anticipábamos
que el rompecabezas
se desvanecía.
Reclamaban nuestra presencia
y como imanes
nuestros pies nos levantaban
hacia el sonido.
Y con los ojos a medio abrir
ya bailábamos
y cantábamos
nuestra “Moza de Ruta Quetzal,”
formando el centro
de nuestro rompecabezas.
La energía ya nos duraba
para todo el día.
Y bajo el grito de
“nos vamos, nos estamos yendo, nos hemos ido,”
emprendemos nuestro viaje diario.
El día es un misterio,
una caja de sorpresas
que se abre
y nos desafía.
Pero,
cogemos la mano al de al lado
y con la mochila llena
construimos pieza por pieza,
descubriendo la realidad del territorio
iberoamericano.
Susana Pérez, 2014.
Buen trabajo :)