Un piloto automático es un sistema usado para guiar un vehículo sin la ayuda de un ser humano. Irónicamente, nosotros, los humanos, también tenemos uno.
Es algo que empieza a desarrollarse desde que nacemos, pero que no ponemos en funcionamiento hasta más tarde. Una vocecilla que podemos confundir con nuestro Pepito Grillo personal. Este piloto automático, que durante nuestra primera etapa nos guió por las anchas avenidas de la vida diciéndonos que teníamos que ir al colegio, al instituto, y sacarnos el bachillerato para pasar la selectividad, se apodera totalmente de nuestro cuerpo cuando acabamos la universidad. "Consigue un trabajo y gana dinero", nos susurra, sin tener en cuenta los anhelos de nuestro corazón. "Encuentra a alguien que te quiera, y no lo dejes escapar, ¡cásate con él!" nos ronronea cada vez que nos sentimos solos o tristes. "Ten hijos y forma una familia. Llévalos al mejor colegio que puedas encontrar y únete al AMPA para atormentar a los profesores" chilla la voz desde un rincón oculto de nuestra cabeza.
"Las buenas notas... la casa... la hipoteca... el coche... el seguro... el trabajo, es muy importante el trabajo... te quedarás atrás si no espabilas... gana dinero... ahorra...". ¿Lo oyes? El piloto automático siempre está ahí, sofocando tus inquietudes, metiendo el miedo en tus huesos cada vez que quieres intentar algo nuevo, anudando tu estómago cuando quieres decir una cosa que se sale de la norma. Levantarse, comer, trabajar, dormir. Levantarse, comer, trabajar, dormir. Levantarse, comer, trabajar... ¿morir?
¿Puede una escapar de la prisión cíclica con la que nos atormenta nuestro piloto automático? La verdad, no sé si hay respuesta para esta pregunta. Sólo sé que, algunas veces, soy capaz de encontrar el botón que apaga temporalmente el sistema. Soy capaz de levantarme, a veces de madrugada y otras veces a mediodía, para emprender una caminata de 6 horas por el monte, ir a la playa o pasear por un pueblo lejano. Puedo reír, llorar, preguntar, dudar, enfadarme, frustrarme, pensar con libertad. Tengo la oportunidad de salir del molde en el que me he encerrado sin querer, y sentirme yo misma, sentir que tengo el control, que ahora piloto yo mi vida, y que soy libre para hacer lo que quiera.
Son ocasiones escasas, y no suelen durar mucho. Después de estos descansos, a los que algunos llaman Encuentros de Verano, vuelvo a caer en la rutina impuesta por el piloto automático, pero me siento renovada y con más energía. Aún no sé cómo evitar del todo sus poderosas garras. Lo único que sé, es que no olvidaré nunca la importancia de apagarlo de vez en cuando. Y no me cansaré de luchar para crear estos momentos, en los que es posible dejar de oír su voz y redescubrir la propia.
Marta Pai, Ruta 2016
Qué realidad!!! 👏👏👏👏
Ay Martiña, los pelos de punta...